Afecciones de las arterias coronarias en la hipertensión

El corazón no deja nunca de bombear sangre oxigenada al sistema arterial. Sus paredes musculares se toman unos breves momentos de descanso durante la fase de diástole decir, de relajación entre latidos. Sin embargo, el corazón se contrae 70-80 veces por minuto, día y noche, durante un media de 70 años y, en algunas personas notablemente longevas, durante 100 años.
Las paredes del corazón constan de un tejido muscular al tamente especializado, de gran durabilidad y con una fuerza considerable y con la necesidad de un suministro de oxígeno constante y adecuado. Otros músculos pueden recupera después del ejercicio. Si no estamos en forma y corremos varíos metros para no perder el tren o el autobús, el corazón los pulmones son incapaces de satisfacer las demandas súbitas de una sangre rica en mayor cantidad de oxígeno.
Los músculos de nuestras piernas sufren una reducción de oxígeno por la actividad desacostumbrada y nos producen dolor, tanto por la falta de oxígeno como por la acumulación de productos de desecho del metabolismo (actividad celular). No obstante, podemos permitirles un descanso hasta que se restaura el suministro de sangre arterial, se eliminan las sustancias tóxicas y se recupera el flujo de oxígeno.
A diferencia de los músculos de la pantorrilla, el corazón no puede reposar después de un esfuerzo adicional. En realidad, el corazón es el origen de su propio suministro de sangre. Las arterias coronarias que conducen la sangre hasta las paredes del corazón se originan a partir de la aorta precisamente cuando este vaso abandona el lado izquierdo del corazón. El corazón ha de continuar bombeando sangre, para que la sangre fluya a lo largo de las arterias coronarias e irrigue cada área de los tejidos cardíacos. Cuando las arterias coronarias tienen menor calibre a causa de la presencia de placas fibrosas, la función cardíaca se limita gravemente.
Angina de pecho
El dolor torácico que es consecuencia de la escasez de oxígeno que recibe el corazón es un síntoma acerca del cual es preciso consultar sin retraso al médico. El dolor puede ser intenso y puede propagarse desde el centro del pecho hasta el brazo (generalmente el izquierdo) y en sentido ascendente hasta la base del cuello. El dolor puede ser desencadenado por un ejercicio físico súbito, la excitación, un shock o estrés emocional, y es un signo premonitorio de un posible ataque al corazón. La angina inestable es una angina de pecho que se origina cuando el paciente está inactivo, o que se produce con una frecuencia y gravedad crecientes. Aunque se creía que estaba provocada por un espasmo de la arteria coronaria que alteraba de manera intermitente su flujo sanguíneo, en la actualidad se considera que posiblemente es consecuencia de una trombosis de repetición en la región de una placa fibrosa de una arteria coronaria.
En 1986, un artículo de un grupo de investigadores de Glasgow en el British Heart Journal mencionó que los jugadores de squash frecuentemente continuaban el deporte a pesar de ser conscientes de que el estado de su corazón después de haber sufrido episodios de angina no era adecuado a las exigencias del deporte. Estos investigadores estudiaron 60 muertes súbitas ocurridas en el Reino Unido entre 1976 y 1984 y asociadas con el squash. La edad media de las víctimas era de 46 años, con unos límites de 22 a 66 años. Todos eran de raza blanca, todos excepto uno eran hombres y la mayor parte procedían de familias de profesionales o ejecutivos. La enfermedad de la arteria coronaria justificó 58 de las 60 muertes. En todos se identificaron numerosos factores de riesgo, el más frecuente de los cuales fue la hipertensión. En conjunto, 45 de las víctimas habían mencionado signos de enfermedad cardíaca, casi siempre una angina de pecho.
Los ataques al corazón como consecuencia de una enfermedad de la arteria coronaria son la causa más frecuente de mortalidad en muchos deportes extenuantes. Cuando se investigaron las muertes que se producen durante un maratón, el fútbol, el rugby, el baloncesto y el tenis, se observó que los ataques al corazón eran responsables del 73% de 109 muertes. Casi la mitad de ellas se produjeron en hombres con factores de riesgo bien documentados, y un tercio había sufrido signos de alarma, tales como una fatiga extrema o un dolor torácico anginoso.
Los expertos piden con insistencia a todos los deportistas profesionales que soliciten atención médica para cualquier problema de salud inesperado, y, si hay pruebas de una lesión de las arterias coronarias o un deterioro de la función cardíaca, aconsejan a estas personas que dejen de practicar el deporte concreto.
Ataques cardíacos
Los ataques al corazón acaban con la vida de los deportistas y de muchas otras personas con una enfermedad cardíaca coronaria o la afectan de manera considerable. Los ataques al corazón, conocidos por los médicos como infarto de miocardio, están causados en casi todos los casos por la grave disminución del calibre de una arteria coronaria principal por placas fibrosas y la obstrucción final de dicha arteria por un desgarro de su revestimiento o por un coágulo (es decir, una trombosis coronaria). El área del músculo cardíaco (miocardio) privada de sangre se «infarta»; es decir, sufre una lesión irreversible debida a la carencia de oxígeno y de nutrientes.
La extensión del infarto de miocardio determina la gravedad del ataque al corazón; a pesar de que un infarto masivo suele provocar la muerte, la recuperación después de muchos infartos es satisfactoria, y el músculo cardíaco lesionado experimenta una reparación mediante la formación de tejido cicatricial.
Los otros factores de riesgo más importantes que predisponen a la aterosclerosis y a los infartos de miocardio son la hipertensión y un nivel elevado de grasas sanguíneas (colesterol).
Las cifras de mortalidad de las enfermedades cardíacas son mayores en los países del norte de Europa que en cualquier otro lugar del mundo. Por ejemplo, las enfermedades cardíacas y circulatorias producen la muerte a más individuos en el Reino Unido que cualquier otra enfermedad, incluyendo todos los tipos de cáncer en conjunto, y ocasionan la muerte de una persona cada tres minutos, es decir, 200.000 anuales. En Estados Unidos, las muertes por cardiopatía suponen 1 de cada 3 defunciones (600.000 al año). En los países mediterráneos, como por ejemplo España, aunque la tasa de mortalidad es más baja si se compara con estos países, las enfermedades cardiovasculares suponen más del 40% de la mortalidad global y, tras un período de aumento entre 1968 y 1975, las cifras se han estabilizado (gracias a la mejoría de los tratamientos, a la vigilancia de la hipertensión y a los esfuerzos en la prevención, detección y tratamiento de los factores de riesgo como la hipertensión, obesidad, hábito tabáquico y el aumento del colesterol sanguíneo). Con todo, las enfermedades coronarias suponen más del 30% de la mortalidad en hombres y el 18% en las mujeres.
Así pues, los cambios de los hábitos y actitudes de la población, una dieta saludable y una estrategia firme para normalizar los valores de presión arterial pueden mejorar considerablemente este panorama sombrío. Estos cambios ya se han puesto en práctica a gran escala en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Canadá, países con estilos de vida similares a los países del norte de Europa y, como se ha mencionado previamente, con registros previos comparables de las tasas de mortalidad por enfermedades cardíacas.
En varios de estos países la tasa de mortalidad por infarto de miocardio ha disminuido hasta un 37%. En el Reino Unido la tasa disminuyó un 3% en 1986, comparada con la tasa del año anterior, pero las cifras globales durante los últimos 15 años ponen de manifiesto un aumento del 3% en la tasa de mortalidad entre los hombres y un aumento del 10% en la tasa de mortalidad entre las mujeres.
Antes de examinar con detalle las medidas que podemos tomar para mejorar la situación, es preciso poner en una perspectiva correcta el tratamiento médico convencional. Para hacerlo, es esencial comprender la base subyacente del tratamiento y los mecanismos mediante los cuales los fármacos antihipertensivos disminuyen y controlan la presión arterial.
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