Comer para alimentarse o para saciar el apetito, no por ansiedad

Uno de los primeros consejos que puede darse a quien desea comer sano es que, cuando coma, lo haga para alimentarse y saciar el apetito. No siempre es así: a veces acudimos a la comida por sentirnos deprimidos, por aburrimiento, ansiedad, rabia, nerviosismo, problemas cotidiianos o para premiarnos por haber alcanzado algún logro.

En tales casos la comida se convierte en un sustituto emocional y entonces podemos comer sin hambre, de manera desequilibrada y caótica, realizando inverosímiles mezclas de alimentos, rápidamente y casi sin masticar, hasta llegar a darnos auténticos atracones, con los consiguientes estragos en el organismo.

Para modificar este comportamiento compulsivo, lo primero que hay que hacer es separar la relación entre las emociones y la comida, controlando el mecanismo que acciona el hambre inexistente. Esta relación puede haber aparecido en momentos muy tempranos de la vida, vinculada a la relación del individuo con la madre.

Existen algunas pautas que favorecen el autocontrol que nos permite ignorar el hambre por estrés y restablecer un adecuado equilibrio alimentario, como evitar las dietas impuestas por uno mismo, respetar los horarios y no saltarse ninguna comida, aumentar hasta seis el número de colaciones diarias (disminuyendo obviamente la cantidad de comida ingerida en cada colación), retrasar el acto de comer unos minutos desde el momento en que se siente el ataque de hambre o bien obligarse a comer siempre sentado a la mesa de modo tranquilo y ordenado y sin mezclar platos.




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