¿Cómo quitar las barreras para ponerse en forma durante la maternidad?

¿Te has parado recientemente a observar a un niño acuclillado que contempla a un escarabajo? ¿No te has maravillado ante la idea de que en otro tiempo también tú te acuclillabas con esa misma facilidad? En algún punto entre la adolescencia y la edad adulta, la mayoría de nosotros hemos perdido la habilidad de hacer muchas cosas que eran algo natural en nuestra infancia. Es un hecho demostrado que una amplia mayoría de adultos se vuelven menos activos con la edad. Hay muchas razones para que eso suceda, y por ello es tan importante que identifiques las barreras que has estado poniendo o que pondrás en el futuro a la forma física.

Falta de tiempo

Es frecuente que las personas dejen de hacer deporte por falta de tiempo. La dificultad de encontrar un hueco para todo en nuestra ajetreada existencia hace que las actividades deportivas sean de lo primero que se abandona. La mayoría reconoce que dejaron de hacer ejercicio al tener hijos. ¡Los hombres dicen que dejan de hacer deporte cuando se casan!

Prioridades

Si bien las mujeres del siglo XXI aceptarán gustosas muchas de las nuevas actitudes hacia el embarazo y la maternidad, es importante que te tomes un tiempo para reconsiderar la idea de que solo las mujeres con una actitud desinteresada pueden ser buenas madres. Y lo contrario de desinterés es egoísmo. Si pensamos que dedicarnos un tiempo a nosotras mismas es ser egoístas, entonces seguramente también nos olvidaremos de divertirnos. Hay que reconocer que una de las barreras más importantes a la forma física está en la tendencia a decir cosas como: «Para mí, es más importante quedarme en casa con mi hijo que seguir practicando el baloncesto».

No hay ningún egoísmo en querer mantenerse en forma. Y lo cierto es que te costará mucho más ser una buena madre si no estás sana o en forma. Si realmente quieres divertirte y disfrutar como madre, debes convertir tu salud y tu bienestar en una prioridad.
Comer bien y mantenerse en forma son cuestiones primordiales.

Falta de ayuda con el niño

Silvia y Kate decidieron tomar una inyección de ejercicio. Sus compañeros se ocuparían de los niños y ellas se reunirían en el parque por la tarde para ir a dar un paseo. Durante la primera semana, salieron a caminar tres veces. A la segunda semana, como el marido de Silvia tenía que trabajar más horas, esta ya no pudo ir. Y como salían a caminar cuando ya estaba oscuro, Kate no podía ir sola, así que cancelaron la salida para ese día. Invariablemente, a la tercera semana, ya solo salieron una vez, y cuando se habían dado cuenta ya hacía tres semanas que habían salido por última vez.

A ellas les encanta caminar. Se lo pasan muy bien juntas, y mientras pasean por un hermoso parque a la luz de las estrellas solucionan los problemas del mundo. Hablan (sin interrupción) sobre sus hijos, su trabajo y sobre lo que han hecho durante la semana. Se sienten relajadas y preparadas para dormir cuando vuelven a casa y les encanta saber que hacen algo por mantener su forma física. La dificultad de encontrar quien cuide de los niños limita las posibilidades de que se comprometan regularmente con el ejercicio.

Tratar de encontrar un arreglo con tus hijos puede hacer que tus intentos por hacer ejercicio se conviertan en una pesadilla. Y pagar a una persona puede ser algo prohibitivo. En los siguientes capítulos estudiaremos la forma de que hagas ejercicio con tu hijo. Ponerte de acuerdo con otras mujeres y turnense para cuidar de los niños, incorporarte a un club de niñeras, acudir a un gimnasio con servicio de guardería, salir con tu hijo de paseo…

Experiencias negativas de la infancia

Algunas personas aborrecen el ejercicio a una edad temprana a causa de las experiencias negativas que tienen en la escuela. Julie, un ejemplo, guarda vívidos recuerdos sobre una autoritaria profesora de gimnasia que tuvo en su niñez. Julie lo pasaba muy mal en las clases de gimnasia, siempre la dejaban atrás y era la última en participar en todos los juegos. Recuerda con toda claridad a su profesora ridiculizándola delante de toda la clase porque no fue capaz de saltar el listón. Acabó odiando el deporte y se ha pasado buena parte de su vida evitándolo. Estas experiencias también han tenido un efecto negativo en otros aspectos de su vida. Se muestra muy crítica consigo misma, a pesar de haberse labrado un prestigio en su profesión y, para ella, mantenerse en su peso ideal es una lucha continua. Las experiencias negativas de su infancia han hecho que vea el ejercicio como algo duro y malo.

Afortunadamente, ahora se imparte la educación física de una forma diferente a como la conocimos la mayoría de nosotras. Si te identificas con Julie y evitas el ejercicio, tal vez sea hora de que cambies tus sentimientos. Piensa en un corto paseo: los pájaros, los árboles, el aire fresco… Habla con tu compañero, tus amigas, o quizá con un terapeuta deportivo para que te ayuden a modificar tu actitud. Las sugerencias que apuntamos en este libro están pensadas para que puedas explorar una amplia gama de actividades, incluso algunas que quizá no hayas probado nunca.

Reflexiona sobre la forma en que las experiencias negativas de tu infancia pueden haber afectado a tu vida. Es importante que aprendas a controlar esos sentimientos si pretendes disfrutar de tu papel de madre. Aparte de que, de ese modo, evitarás que tu hijo se vea privado de la oportunidad de desarrollar una actitud saludable y positiva hacia el deporte y el ejercicio físico.

Dificultades para establecer una rutina

Anna

Durante unos siete años, Anna había estado asistiendo al menos a tres clases de aeróbic a la semana. Iba cuando salía del trabajo, antes de volver a casa. Se cambiaba, hacía la clase, se duchaba y llegaba a casa a tiempo para preparar la cena. Se las arregló para mantener este programa durante el embarazo y estaba decidida a seguir manteniéndose en forma cuando tuviera el niño. Lo que Anna no parecía comprender es que los recién nacidos no saben que hay que llegar puntual a una clase. Muchas veces, cuando llegaba la hora de la clase, su pequeño estaba profundamente dormido y no conseguía despertarlo. Una mañana decidió que iría al gimnasio como fuese. Metió al niño en el coche, condujo hasta el gimnasio, sacó el carrito y lo montó, sacó la bolsa con las cosas del niño, puso al niño en el carrito y lo llevó al servicio de guardería… pero para entonces la clase ya había empezado y en la puerta estaba colocado el cartel de no interrumpir. ¡Tanto trabajo para nada!

Pasaron las semanas y no consiguió participar ni en una sola clase de aeróbic. Sentía que empezaba a perder su forma física y se sentía frustrada.

¿Qué puede hacer Anna para solucionar este problema? Los niños no son muy amantes de los horarios. Pretender que nuestro hijo se amolde a ellos es un acto de equilibrismo que algunas mujeres realizan a la perfección, aunque en la mayoría de los casos es una receta segura para el desastre. La clave podría estar en ser flexibles y en tener una amplia gama de opciones para hacer ejercicio. Otras opciones para que Anna pudiera continuar haciendo gimnasia aeróbica ahora que es madre serían:

• Pedir a su marido que se ocupe del niño por las tardes e ir entonces al gimnasio.
• Pedir ayuda a su suegra o a una amiga para poder disponer de tiempo durante el día.
• Comprar una bicicleta estática para hacer ejercicio en casa.
• Seguir las clases de aeróbic que hacen por la mañana en televisión.
• Pedir un vídeo de aeróbic en la biblioteca.
• Aceptar que despertar a un bebé que duerme no es tan grave y llevarlo a la guardería del gimnasio. Un niño cansado duerme donde sea.
• Hacer aeróbic en casa con una amiga, utilizando los ejercicios y la música que más les guste.

Hay formas de organizarse el ejercicio durante el día. Haz una lista con los problemas que crees que te impedirán hacer ejercicio regularmente e intenta encontrar la solución.

No eres lo bastante buena

La idea de que el deporte solo es para un determinado tipo de gente es otra de las razones que suelen darse como excusa para no participar en ninguna clase de actividad física. La mayoría de nosotras aún llevamos una espinita clavada por nuestra falta de habilidad para algún deporte cuando éramos niñas…

Arlene no ha practicado ningún deporte desde secundaria y siente una fuerte aversión por cualquier forma de actividad física. Recuerda claramente la humillación de no ser nunca elegida para los equipos de deporte a causa de su mala vista y su falta de coordinación. Los recuerdos de las experiencias de su infancia están estrechamente vinculados a su aversión al deporte.

Miedo

Como médico deportivo, veo a muchos adultos a quienes les encantaría nadar pero le tienen auténtico pánico al agua. Con frecuencia ese miedo se remonta a alguna experiencia traumática de la infancia. Ese tipo de experiencias suelen estar detrás de la aversión al ejercicio, y es necesario que sean identificadas y tratadas. Muchos adultos que no han sido capaces de aprender a nadar encuentran la motivación y el entusiasmo para hacerlo cuando tienen hijos.

Superar nuestros miedos de la infancia puede ser una experiencia emancipadora. Aprender a superar el miedo al agua y adquirir cierta confianza en ese medio es mucho más importante que aprender a nadar en sí. Si no lo pasas muy bien en el agua, es difícil que te diviertas jugando con tu hijo. O incluso cabe la posibilidad de que le transmitas tus miedos.

Ve a la piscina municipal y observa una clase de natación para niños pequeños; son muy divertidas y no hace falta que las madres metan la cabeza bajo el agua. Una vez que hayas visto una clase, es posible que encuentres la motivación para superar tus miedos. Habla con un monitor sobre las clases de natación para adultos o apúntate a una clase de mantenimiento. Las técnicas para enseñar natación han cambiado radicalmente en los últimos diez años y seguramente te llevar is una agradable sorpresa al comprobar que puedes aprender algunos movimientos elementales sin dificultad. Busca estrategias para superar tu miedo y solicita la ayuda de tu compañero o la de alguna amiga para que te enseñen a disfrutar del agua. Empieza sentándote en la piscina para los más pequeños y pasa luego a jugar con tu hijo en la de niños.

Cuanta menos energía gastemos durante el día, menos energía tendremos. Y a la inversa, cuanta más energía utilicemos, más tendremos.

La clave para tener buenas reservas de energía para cuando tengas a tu hijo está en mantener un buen nivel de forma física antes y durante el embarazo. Cuanto más tiempo y energía inviertas en estar en forma, más energía tendrás para disfrutar de la maternidad cuando llegue el momento. Si aún no tienes una buena base para tu forma física, empieza hoy mismo.

Replantéate las cosas

Si no participas regularmente en ninguna actividad física, piensa en cuánto hace que lo dejaste y por qué. ¿Fue porque sentías que no eras lo bastante competitiva, porque no tenías tiempo, no lo pasabas bien o simplemente porque perdiste el interés? Haz una lista de las actividades con las que recuerdas haber disfrutado y trata de recordar por qué las dejaste. Esto te ayudará a identificar las barreras que pones a la buena forma física y te dará algunas ideas sobre el tipo de actividades que podrías retomar.




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