Complicaciones del enfermo reumático

El curso natural es aquél que tienen los enfermos que no se tratan. Pero aquél que esté bajo la dirección de un médico capacitado no debe tener en cuenta lo que se dice sólo a los enfermos que carecen de atención médica correcta. La invalidez no es una amenaza sería para los enfermos que acuden pronto al médico y reciben un tratamiento adecuado. Este mensaje se dirige a los enfermos de reumatismo que se comportan con negligencia de su salud, para que cambien su actitud.

La A.F.A. (Fundación Americana de Artritis) dice que el reumatismo es un problema universal que afecta a todo el mundo de una manera directa o indirecta produciendo dolores, gastos y frustración entre otras cosas. Pero sí interviene gente que tiene ideas confusas, anticuadas o equivocadas, entonces las cosas se complican. Actualmente hay grandes posibilidades de conseguir excelentes resultados en el tratamiento de las enfermedades reumáticas gracias a los progresos acumulados en el diagnóstico precoz, evaluación pertinente y tratamiento adecuado del enfermo. Los consejeros espontáneos o profesionales que inducen al enfermo a hacer lo que no debe ser hecho o a no hacer lo que debe ser hecho, tienen una grave responsabilidad.

La consecuencia de la defectuosa información no sólo es la ignorancia, responsable del deterioro progresivo de los enfermos reumáticos, que llegan a convertirse en inválidos, sino el hecho de que lleguen a sufrir una invalidez que podía haberse evitado. Ellos no saben que el reumatismo es muy raro que no se pueda curar, mejorar o detener. Ellos no buscan ni siguen el tratamiento que puede evitar su incapacidad, o que pueda reducirla cuando ya se ha iniciado. Ellos no conocen lo que la ciencia ha progresado y se tratan aún como en la Edad Media.

También contribuye a esta situación el hecho de que a pesar de las grandes pérdidas humanas y económicas que produce, las enfermedades reumáticas reciben muy poca atención para evitar que esto suceda. Mucho dinero se invierte en pensiones para los inválidos, pero hay poco dinero, atención o preocupación para propiciar el desarrollo de centros, servicios e infraestructuras necesarias para evitar que esto ocurra. Incluso en los Estados Unidos el Gobierno gasta menos de un dólar y medio al año por cada reumático que tiene, en investigación y formación médica. Es necesario divulgar estos hechos para estimular actitudes más constructivas.

Para evitar que este destino de la «invalidez innecesaria» se cumpla, la A.F.A. recomienda:

  • Aquél que crea tener cualquier molestia reumática debe ir al médico inmediatamente.
  • El enfermo que ha ido al médico no está utilizando los «servicios» médicos mientras no reciba una exploración completa, un diagnóstico comprobado y un tratamiento cabal.
  • Tanto enfermos como sanos deben reclamar mejor atención médica, tanto en su comunidad como en el resto de la nación.
  • Se puede hacer por los enfermos reumáticos muchísimo más de lo que se hace hasta hora. Es necesario enterarse de esto.

Para demostrar esto vamos a relatar lo sucedido a unos pocos enfermos que padecieron algunas de las enfermedades reumáticas más frecuentes sin recibir el tratamiento adecuado.

Pilarín era una niña preciosa de unos catorce años. Un día amaneció con dolor de garganta y fiebre, que le impidió ir a la escuela durante unos diez días. Se le trató con gárgaras de bicarbonato y aspirina. Cuando ya parecía estar bien y dispuesta a volver a la escuela, empezó a tener dolores en las articulaciones con un poco de fiebre y sudores, que fueron tratados favorablemente con aspirina y atribuidos a dolores del crecimiento

Así estuvo un par de meses en cama hasta que desaparecieron la fiebre y los dolores. Cuando volvió a ir a la escuela pronto notó que ya no podía correr durante el recreo sin fatigarse pronto, que le costaba un esfuerzo muy grande subir escaleras y que por la tarde tenía los tobillos hinchados. Entonces la vio el médico y descubrió que tenía una doble lesión valvular en el corazón que era la causa de la fatiga. Había pasado una fiebre reumática sin recibir el tratamiento apropiado y ésta le produjo la lesión del corazón.

Tuvo que restringir mucho su actividad física y tampoco se le recomendó el tratamiento oportuno para evitar recaídas, que continuó sufriendo. Se casó pronto conociendo los riesgos de su estado y no sobrevivió a su primer hijo.

Doña Amparo era la esposa de un gran cirujano. Cuando empezó a tener dolor en las rodillas después de la menopausia, su marido le daba, uno tras otro, los antirreumáticos que recibía de muestra, procedentes de diversos laboratorios. Cuando comprobó cuáles eran los que le hacían más efecto, continuó con ellos. Pero hacía una vida social muy propia, tenía buen apetito y aunque se le dijo que descansara y adelgazara continuó su vida «normal» No tuvo la voluntad necesaria pra restringir su actividad, ni tomó la decisión de seguir una dieta para adelgazar. Siguió tomando medicamentos contra el dolor, para poder andar más. En pocos años acabó por destrozar sus rodillas y terminó sus días en una silla de ruedas con una úlcera de estómago y una depresión.

Teodora empezó a tener dolores en las muñecas y rodillas a los treinta y cinco años. Al principio eran discretos y por poco tiempo, después empezó a comprobar que las articulaciones que le dolían estaban hinchadas y que los dolores se prolongaban y se extendían a otras articulaciones. Fue al médico, que al verle las manos le dijo que padecía una poliartritis y le recomendó sucesivamente diversos antirreumáticos. Ella continuó con sus labores domésticas y progresivamente se sintió peor y tenía que sentarse a descansar. Así estuvo años perdiendo facultades hasta que le facilitaron una silla de ruedas. Entonces fue a la consulta de un especialista quien comprobó que no se podía poner en pie. Tenía entonces las manos deformadas, las muñecas rígidas, los codos inmovilizados y no era capaz de mover el brazo hacia arriba para peinarse. Las articulaciones de las caderas estaban rígidas y no fue posible moverlas en la exploración.

Las rodillas estaban dobladas y rígidas. Los pies anquilosados. El examen a rayos X reveló que las articulaciones estaban destruidas o anquilosadas. Entonces ya tenía unos cincuenta años. Toda una vida sufriendo y tomando calmantes para continuar atendiendo la casa, incluso cuando estaba sentada en la silla de ruedas, sin que la viera ningún médico hasta que fue al especialista con una invalidez avanzada, extensa e irrecuperable. Nadie le dijo jamás lo que tenía que hacer para no llegar a esta situación.

Don Emilio era un empresario acostumbrado a mandar y no a obedecer, a dar órdenes y no a recibirlas, a aconsejar a todos sin recibir consejos de nadie y así triunfó porque era un talento para el éxito. Por esto tal vez, cuando tuvo el primer ataque de gota, fue a ver al médico y el dolor desapareció en pocos días. Esto se repitió varias veces con meses de bienestar entre dos ataques de gota y entonces visitó a un especialista, quien confirmó lo de la gota. Sin embargo, también le recomendó un tratamiento permanente, que no quiso seguir. El no tomaba medicinas cuando se encontraba bien, En los años sucesivos aparecieron la insuficiencia renal. Murió de uremia.

Ernesto era un joven deportista que un día sufrió una caída que le produjo una pequeña éscoríación en la piel y un poco de dolor e hinchazón en la rodilla. El médico le puso una inyección antitetánica, le dijo que tenía un esguince y con el tratamiento oportuno mejoró. Sin embargo, alrededor de la escoriación apareció una mancha rojiza que se extendió por la pierna. El médico le dijo que tenía erisipela y le recetó unas inyecciones que la hicieron desaparecer. Pero a los pocos días notó otra vez dolor en la rodilla y como estaba «cansado» de médicos se trató por su cuenta con reposo y calmantes. Apareció fiebre, la rodilla se hinchó y el dolor se hizo insoportable. Cuando fue a ver a un especialista se le sacó pus de la rodilla y las radiografías que le hicieron demostraron que la articulación estaba perdida, porque los cartílagos habían desaparecido disueltos por el pus y que aquello acabaría produciendo una cicatriz que dejaría los huesos de la articulación completamente soldados. Y así fue cómo se desarrolló una anquilosis de los huesos por una caída fortuita que produjo una pequeña herida, que se infectó y permitió que la infección penetrara en la rodilla Las artritis sépticas o purulentas destrozan o pueden destrozar la articulación en pocos días sí no se tratan bien y esto es lo que le pasó al joven deportista.

Todos estos desastres se pudieron haber evitado con seguir la recomendación que tantas veces hemos hecho ya. Las enfermedades deben tratarse como recomiendan los tratados de medicina. Primero deben diagnosticarse bien y para esto se necesitan al menos dos personas, un enfermo que quiera y un médico que pueda y debe hacerse pronto. Lo demás ya depende de la voluntad que tenga el enfermo para aceptar las pequeñas impertinencias de un tratamiento, para mejorar su salud, disminuyendo sufrimientos y prolongando su vida y de la escrupulosidad del médico. Sólo así se consigue dominar, vencer o curar estas enfermedades.




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