Control parental: Cómo mantener el equilibrio

Los papás tenemos que hacer todo lo necesa­rio por retener a nuestros hijos en el hogar, es decir, que los amigos vengan a nuestras casas para que así nuestros hijos no salgan a otras permanentemente; pueden hacerlo de manera ocasional, pero yo debo saber dónde van, los tengo que ir a dejar y a buscar, conocer a la mamá de la niña compañera de curso de mi hija o de mi hijo para poder hablar con ella y saber cuáles son los códigos que esa familia tiene.

Es en este período en que los papás empiezan a experimentar los primeros indicios de pérdida de manejo y de control de ciertas variables. Por ejemplo: no saber quién chatea con su hijo.

A esta edad, sobre todo las mujeres, tienden a chatear muchísimo y no siempre con personas cono­cidas. Entonces, pasa a ser importante que el com­putador no esté en la pieza de los niños, sino don­de yo pueda trasladarme y mirar con quiénes están chateando. No preguntarle ni entrometerme, pero si el computador está a la vista, por lo menos tendrá elementos de control.

Y eso nos obliga como mamá o como papá a mostrarles y a obligarlos a cierta diversidad grupal, donde puedan contactarse no sólo con el grupo de referencia que tienen —que incluso puede ser muy adecuado—, sino también con otros que piensen dis­tinto para que aprendan a seleccionar y a mirar dife­rentes formas de pensar o de vivir.

¿Y que podemos hacer entonces ?

Para eso es importante que les muestre otras formas de experimentar vivencias, que les señale la vida en forma real. Si soy de una situación econó­mica acomodada, tengo que mostrarles medios más desprovistos. Si soy de recursos más escasos, tengo que exponerles situaciones acomodadas y explicarles que eso se obtiene con esfuerzo, con estudios, con trabajo y que, por lo tanto, ellos pueden aspirar a eso si colocan todo su empeño. Por lo tanto, el mostrar la alternancia social es un deber que a esta edad es clave para que el niño entienda que dependiendo de su esfuerzo puede o no lograr los sueños que el día de mañana va a tener que configurar.

También es a esta edad donde todo parece cal­marse; la lata, como fenómeno de respuesta y de ac­ción, es el fenómeno de la edad. O sea, el aburrimien­to, el poco movimiento, la desmotivación, el que las cosas entusiasmen por un rato y dejen de entusiasmar al segundo siguiente, el que yo compre algo y des­pués no me parezca nada de entretenido, es parte de los procesos de este ciclo de edad. Y ahí también es importante que este adolescente tenga la posibilidad de contactarse con realidades distintas a las de él. En­tre los once y los trece años es crucial que el adoles­cente mire otras realidades familiares, económicas y valóricas. Y también valore si es que la de él es buena, y si no es buena, pueda criticarla y pida los cambios necesarios.

Por ejemplo, una niña de 15 años en una jornada que hice de mamás e hijas le decía a su madre que otra compañera de curso tenía hasta un living en su pieza. Me quedé callada y le pedí a la mamá que le respondiera, pues quería saber qué le decía. La mamá era bastante centrada, y le señaló: ‘¿A ti te parece bien que hasta tenga un living en su pieza?». «Me parece bacán, mamá», le respondió la niña. Entonces la mamá le preguntó: «¿Y esa niñita cuándo sale a conversar con sus papás?, ¿cuándo se junta con su mamá y hablan como tú y yo lo hacemos en el living, mientras cocinamos o cuando nos sentamos a ver la tele que tenemos en la sala de estar?, ¡cuándo se produce eso?». «Ah, no, nunca; en realidad se lleva pésimo con la mamá, nunca conversa con ella». La mamá le insistió: «¿Y no será que es porque hasta tie­ne living en su pieza, entonces no tiene necesidad de salir?». Y la niña se dio cuenta y le dijo: «A lo mejor tienes razón, tal vez no es tan bacán tener un living en la pieza»…

Pero para lo anterior se tiene que producir la po­sibilidad de que esa conversación se genere y que de una u otra manera estos adolescentes puedan visua­lizar otras realidades.




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