Convertir el desayuno en la comida más energética del día

La primera comida del día es, sin duda alguna, la más importante para la salud de nuestro organismo, tal y como nos recuerda la sabiduría popular: «Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo».
Podríamos decir que saltarse el desayuno equivale a no haber despertado y reactivado toda la maquinaria de nuestro organismo. Además, no comer durante largos periodos de tiempo deja extenuado el cerebro, que requiere una fuente constante de energía de carbohidratos para trabajar. Esta carencia la arrastraremos durante la jornada, disminuirá nuestras capacidades y nuestro rendimiento, tanto físico como intelectual, y puede ser causa de graves accidentes domésticos, laborales o de tráfico.
Es muy recomendable que nos acostumbremos a tomar desayunos copiosos para recargar las reservas energéticas tras el vaciado de las horas nocturnas. Un desayuno eficaz debería incorporar leche, cereales, pan, zumo de frutas y un poco de embutido. El mejor desayuno es el que aporta entre un 20 y un 25% de las necesidades calóricas de todo el día.
Hay que recordar que el café, el té y las infusiones son un buen acompañamiento para el desayuno, pero no aportan calorías. Si pasamos el desayuno con una simple taza de café, el cuerpo descompondrá nuestro tejido muscular para obtener de él la energía, y el azúcar en sangre descenderá generando una situación de hipoglucemia.
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