Dolor reumático: ¿Qué lo produce?

La causa que produce el dolor reumático no es la misma en cada una de las casi mil enfermedades que pueden producirlo. Sin embargo, todas ellas tienen algo en común, que es la capacidad de alterar el organismo de manera que irriten los puntos sensibles que producen el dolor. Estos puntos son muchos. Son los que reciben la sensaciones normales de frío o calor, roce o presión y las sensaciones anormales de quemaduras, golpe, pinchazo o corte, refiriéndonos concretamente a la piel. Son las puntitas de los nervios y por ellos se transmite la sensación.
El dolor
Cuando un nervio está cortado no se percibe dolor alguno si se pincha en toda la zona del nervio. Cuando un punto sensible o un nervio sufre alguna irritación se nota dolor o alguna sensación desagradable. En los músculos y articulaciones también existen puntos sensibles al dolor y aunque en cada caso son diferentes, hay receptores del dolor en casi todas las estructuras que forman parte del cuerpo humano. Allí donde puede haber dolor es porque hay receptores sensibles y también conductos nerviosos capaces de transmitirlo, localizarlo y analizarlo.
Así nos enteramos de que recibimos un pinchazo en la cara o en la mano, aunque estemos con los ojos cerrados, o si tocamos una cosa caliente o fría, áspera o lisa, cuadrada o redonda, aunque no la veamos. Pues bien, los huesos, músculos y articulaciones también tienen estos puntos sensibles que normalmente transmiten la sensación que nos permite conocer cuál es la posición o postura de cada articulación cuando estamos con los
ojos cerrados. El sentido de la postura normal no produce dolor.
El dolor aparece cuando se irritan otros puntos sensibles que hay en la membrana sinovial, en la cápsula articular o en los ligamentos.
Las articulaciones tienen puntos sensibles en la cápsula articular que es el manguito que une las cabezas de los huesos que se juntan o se tocan en cada articulación. Así es como pueden moverse sin salirse del sitio.
Así es como se conservan juntos cuando al moverse se deslizan o resbalan el uno sobre el otro. Los ligamentos también contribuyen a mantener juntas las superficies de la articulación que se mueve, impidiendo que pierdan el contacto o que se separen. Las arterias y las venas de cada articulación que conducen la sangre circulante tienen también puntos sensibles. Y la misma membrana sinovial que tapiza por dentro a la cavidad articular tiene también puntos sensibles.
Y hay más, muchos más que relacionan a la articulación con el sistema nervioso. Hay otros puntos sensibles en el «periostio», que es la membrana que cubre el hueso, como habrá comprobado su existencia cuando se comió alguna chuleta, porque se despega del hueso cuando se tira de él, mientras se muerde la carne.
Toda esta membrana del hueso está llena de puntos sensibles que transmiten los estímulos que continuamente reciben para la buena armonía de los movimientos. Cualquier exceso de estimulación se convierte en una sensación dolorosa.
Y para ser más completos, en cada articulación también hay puntos sensibles en las propias arterias que conducen la sangre a la articulación. Las arterias son tubos elásticos que pueden contraerse y hacerse más estrechos, o pueden dilatarse, haciéndose más anchos. Así es como regulan la cantidad de sangre que llega a la articulación según las necesidades, para que tenga el oxígeno necesario para mantener su propia vitalidad y los alimentos precisos para su buena nutrición.
Estos estímulos proceden de otra parte, viajan por el sistema simpático y regulan la circulación de la sangre en la salud y en la enfermedad.
Los músculos tienen también sus propios puntos sensibles. Hay unos distribuidos por toda la masa muscular, que es la parte que se contrae cuando se hace más corto, más grueso y más duro. Cuando se relaja se hace más largo, más delgado y más blando. Esto lo puede comprobar tocándose el brazo con la mano del otro lado mientras lo mueve. Hay otros que están situados en la parte del tendón, allí donde se unen el músculo y el hueso. Esta es la parte del músculo que no modifica su tamaño durante el movimiento, pero gracias a la cual la contracción muscular puede mover el hueso.
Todos estos puntos sensibles son los encargados de producir el dolor cuando su estado normal se altera.
Funcionan como un sistema de alarma y aunque no es el único sistema de alarma que tiene el cuerpo humano para acusar la presencia de los enemigos de la salud, su misión no es más que la de llamar la atención de que hay «moros en la costa», o agentes extraños que tratan de destruir la integridad corporal y su armonía funcional. Los «síntomas» no son más que eso y ese es el significado de todas las molestias o anormalidades que el enfermo es capaz de notar, bien sea fiebre, tos, vómitos, náuseas, palpitaciones, temblor, etc., que son algunos de los síntomas producidos por otras enfermedades.
En todo caso la intensidad del dolor no refleja la importancia del daño que se está produciendo y de hecho hay muchas alteraciones debidas a las enfermedades reumáticas que no producen dolor, como veremos en otros capítulos. El dolor debe interpretarse como un aviso de que algo no funciona bien, pero lo mismo puede ser que un dolor intenso sea debido a una alteración leve o que un dolor pequeño sea debido a una causa grave. Sólo es un timbre que funciona reclamando atención, auxilio o asistencia. Por esto debe ser atendido todo enfermo que sufra dolor reumático y por esto quien lo sufre debe atender a esta señal de alarma.
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