Efectos y tratamientos del alcoholismo

De todos es conocido el grave problema que en cualquier sociedad representa el alcoholismo. Se considera alcohólico a todo el que consume habitualmente grandes cantidades de alcohol y tiene dependencia de él. Al alcohólico, la dependencia por éste le genera reiterados y continuos problemas; la ingesta excesiva provoca cirrosis hepática, enfermedad de especial gravedad. Sin duda los efectos etílicos se convierten en detonantes de accidentes de todo tipo, tanto de tránsito, laborales y domésticos; a todo esto debemos sumar los efectos causados en el entorno social y laboral del enfermo alcohólico.
Los efectos del alcohol y la cantidad ingerida varían según la personalidad del sujeto y del ambiente en que vive. Es sabido que a mayor consumo de alcohol, el enfermo desarrolla mayor capacidad de resistencia física que quien no es bebedor o bebe moderadamente. Sin embargo, en todos los casos, incluso pequeñas cantidades de alcohol disminuyen los reflejos más elementales, como el andar, escribir o conducir.
Por lo tanto, es un hecho indiscutible que el alcohol destruye progresivamente el organismo y la personalidad, distorsionándola. Cuando el enfermo se encuentra en una fase de adicción avanzada comprueba por sí mismo como sus relaciones afectivas, familiares y laborales se deterioran de manera irreversible. Pero el verdadero alcohólico no acepta ni asume esto, creyendo que su hábito es controlable e incluso evitable.
Cuando se llega a esto, podemos deducir que el enfermo necesita en forma urgente de un tratamiento médico (recordemos que un alcohólico jamás asume su adicción) y más aún si se llega al delirium tremens (grave estado de delirio acompañado de alucinaciones). El ser hijo de padres alcohólicos puede incurrir en malformaciones congénitas hasta retraso mental. El alcoholismo afecta a ambos sexos. En las mujeres es, muchas veces, una conducta que se mantiene oculta debido a que tradicionalmente el beber se vincula con la virilidad.
Que un tratamiento llegue a buen término depende directamente de la colaboración del enfermo y por supuesto de su entorno. Cuando se tiene real voluntad de abandonar el hábito de forma definitiva, uno de los tratamientos más efectivo es la psicoterapia en grupo, con el propósito que el enfermo tome conciencia de su problema y se mantenga indefinidamente en abstinencia.
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