El desarrollo de la espiritualidad en los jóvenes

En general, en las familias que creen en algo, en esta época experimentan en sus hijos un alejamiento que es natural con respecto a la fe. Erickson llamaba a esta etapa moratoria, que es como colocar entre paréntesis los valores que mis padres me enseñaron para yo poder crear mi propia escala valórica, y eso indudablemente indudablemente incluye el tema de la espiritualidad.
Y el desafío de la adolescencia como gran proceso es poder elegir con cuál adolescente me voy a quedar: si con el adolescente luminoso, con cara contenta, que cuenta lo que le pasa, que a veces guarda sus reservas, que tiene su mundo privado, pero que es capaz de comunicar, que entrega amor, que es capaz de hacerle cariño a su abuelo, que se preocupa por él, que lo llama, que estudia, que es responsable, que sale con amigos, que pololea, que es capaz de generar redes de ayuda en determinadas circunstancias. O con el otro, que es un adolescente mal genio, callado, que no habla con nadie, que es flojo, que no responde a nada social.
Ahora, el que yo elija a uno o a otro depende de la familia que tenga. Si en la familia a la que pertenezco nadie habla con nadie, está todo el mundo tecnológicamente conectado, pero solos, es evidente que este adolescente solitario va a aparecer mucho más fácil que el otro luminoso, que quizás va a aflorar en una casa llena siempre de gente, donde los niños van a invitar a amigos a almorzar, donde no va a haber qué comer, pero se va a cocinar algo rápido, como menos estructurado, pero con más cariño de fondo. Donde se recibe con mejores ganas la adolescencia como período, y los padres disfrutan de sus hijos adolescentes y no los sienten como un problema. Ése es el gran desafío: que cada adolescente tiene privadamente la posibilidad de elegir qué tipo de persona quiere ser. Por lo tanto, va a configurar de una manera clara qué tipo de adulto va a llegar a ser el día de mañana con los sueños que él vaya incorporando.
Y en eso el tema de la espiritualidad y de la trascendencia en la vida es clave. Hoy está casi probado en todas las investigaciones que la inteligencia emocional, que era el concepto más vanguardista, no es garantía absoluta de felicidad. El concepto clave hoy es la gente que tiene inteligencia espiritual y esta gente no es que esté adscrita a una religión marcada, pero sí posee la capacidad de entender que todo lo que hace tiene una trascendencia, ya sea en el otro, en mí o en la vida. Y por lo tanto, esa concepción me permite ser cuidadoso, respetuoso, empático, solidario, etcétera.
Con esto, sin duda alguna estamos educando una “moral heterónoma”, descrita así por Piaget. Una moral que está basada sólo en las consecuencias de los actos y no una moral autónoma que tiene que ver con la intencionalidad y la voluntad con la cuál uno decide o no cometer un acto poco correcto.
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