El reumatismo: ¿Por qué produce invalidez?

El reumatismo no produce invalidez siempre y en todos los casos. Hay enfermedades reumáticas que «pueden» producir la invalidez y hay otras muchas que no la producen jamás. También hay otras enfermedades reumáticas que pueden producir una invalidez «temporal», es decir, sólo durante una corta temporada, porque después desaparece. Y también las hay que pueden producir una incapacidad «parcial» que sólo afecta a una articulación, de manera transitoria o permanente.
Todo depende de la enfermedad reumática que sea, de lo pronto o tarde que se diagnostique con precisión y del tratamiento que se aplique que pueda detener el mal, antes de que produzca lesiones irreparables.
Las «lesiones» reumáticas son verdaderas heridas que se producen tanto en las articulaciones, tendones, músculos, arterias o nervios como en algunas vísceras u órganos de los enfermos que padecen ciertas enfermedades reumáticas, si no se impide su aparición y desarrollo con un tratamiento temprano y apropiado.
Al principio y durante cierto tiempo las alteraciones que se producen son completamente curables, porque no han producido aún daño irreparable. Durante este tiempo el tratamiento puede detener y borrar el proceso reumático, sin que quede lesión alguna. Pero cuando las alteraciones son más duraderas y se hacen más profundas, entonces el tratamiento puede detener el proceso, pero no puede hacer desaparecer el daño producido.
Tratamiento
Las lesiones que se producen en la artrosis aparecen primero en el cartílago articular que está constituido por una sustancia elástica que permite el deslizamiento de las superficies, gracias a la presencia del líquido sinovial, que facilita el movimiento. Las primeras alteraciones aparecen en la superficie del cartílago articular que pierde su carácter deslizante al dejar de ser lisa y brillante porque se hace áspera y rugosa. Cuando estas alteraciones aparecen son ya irreparables, permanentes y progresivas, porque el proceso de regeneración o reparación de estas lesiones es insuficiente para volver a la normalidad y son, por tanto, definitivas e irremediables.
En los enfermos de fiebre reumática la inflamación de las articulaciones no es tan duradera o profunda que pueda producir lesión o daño irreparable. Pero, en cambio, la inflamación puede llegar hasta el corazón y también entonces hay un corto período de tiempo de menos de dos meses en el que un tratamiento adecuado puede «evitar» que se produzca una lesión valvular permanente. Pasados los primeros dos meses de enfermedad a contar desde la faringitis o angina del comienzo, ya no hay seguridad en conseguir una curación completa del daño que ha producido en el corazón la inflamación reumática.
Los enfermos que padecen gota presentan durante muchos años ataques de artritis aguda que pasan completamente sin producir lesión o daño irreparable. Sin embargo, el ácido úrico que tienen en la sangre, en cantidad excesiva, precipita formando cristales en diversas partes del cuerpo y produce unos depósitos llamados «tofos», que provocan lesiones locales. Pero como el ácido úrico se elimina por la orina, al atravesar el filtro renal también allí forman depósitos de cristales que dificultan la producción de orina. Entonces aparece la urea en la sangre y se inicia la insuficiencia renal, que ya es progresiva. Durante años esto pudo ser evitado con un tratamiento adecuado.
Cuando hay una infección dentro de la articulación las lesiones aparecen muy pronto, porque es cuestión de días. Los microbios que infectan el líquido sinovial forman pus en poco tiempo y en el pus hay sustancias con gran capacidad de destrucción, que en muy pocos días destruyen el cartílago de la articulación y esto es una lesión definitiva, porque la capacidad de regeneración del cartílago articular es escasa o nula. Es posible evitar que esto se produzca con un tratamiento temprano que cure la infección, pero si se produce una lesión el daño es definitivo
Los que padecen de artritis reumatoide o poliartritis crónica progresiva, como índica este nombre, sufren inflamación en las articulaciones, de carácter crónico, que quiere decir que persistirá meses y años y progresivo, por lo que la inflamación tiende a producir alteraciones cada vez más extensas y profundas en las superficies de los huesos y cartílagos que las forman. Durante mucho tiempo el daño producido por la inflamación es reversible o curable sin que la articulación quede dañada, y el enfermo conserva una buena capacidad funcional con todos los movimientos normales. Cuando por fin la inflamación destruye la superficie articular, la lesión es progresiva.
El llamado desgaste de los huesos que se produce en la columna vertebral se llama «espondilosis». Aquí las alteraciones se localizan en los discos intervertebrales, que son las almohadillas que separan una vértebra de sus vecinas, permitiendo así que la espalda se doble. Las lesiones aparecen junto al espacio ocupado por los discos y a continuación en las superficies de apoyo de las vértebras, originando lo que se conoce con el nombre
de «picos de loro», que son irreversibles y producen comúnmente una limitación de los movimientos de la espalda, en las personas mayores y alguna vez dolores que se irradian por el brazo o pierna.
El reumatismo vertebral de los jóvenes es «la espondiloartritis anquilosante» y aquí las lesiones son de carácter inflamatorio y tienen una característica especial, que es la de su fácil transformación en hueso. En esta enfermedad, la inflamación aparece en los ligamentos, en la cápsula y en la cavidad sinovial y lo mismo produce la destrucción de las vértebras que la transformación en hueso de los ligamentos. Este es un proceso largo que puede ser evitado antes de que aparezcan los puentes de hueso que unen a las vértebras vecinas, soldándolas. Las alteraciones inflamatorias previas se pueden detener en una fase precoz, pero cuando aparecen las lesiones el daño es permanente, aunque la inflamación se detenga.
El reumatismo debido a la inflamación de los tendones no produce daño en la propia articulación. Las alteraciones se localizan en la periferia de una sola articulación cuando es debida a movimientos intensos o repetidos o puede afectar a varios sitios cuando la inflamación es general. En el primer caso suelen ser lesiones que pueden curar incluso sin tratamiento, pero pueden dejar daño permanente como limitación de algún movimiento. Por tanto, deben ser tratadas pronto, porque un tendón inflamado puede también romperse o puede producir una gran limitación del movimiento si se hincha y no se puede deslizar. En todo caso como son muchas las causas que lo pueden producir, las lesiones son distintas.
Las lesiones que se observan en los músculos enfermos también son distintas según la enfermedad que las produzca. Hay lesiones de origen inflamatorio que si se tratan pronto no producen atrofia, acortamiento ni debilidad. Hay otras de tipo degenerativo que alteran las fibras musculares y son progresivas. Hay otras relacionadas con las glándulas de secreción interna o de origen metabólico que responden muy bien al tratamiento de la causa productora y son rebeldes a todo lo demás y hay alteraciones debidas a una enfermedad previa de los nervios que también están relacionadas con la causa original. Unas son reparables y otras no.
Las lesiones que producen las enfermedades que afectan a los nervios periféricos o troncos nerviosos son también muy distintas y dependen de la causa que las produzca, pero las lesiones residen en la misma estructura de los conductos nervio sos. Sin embargo, tienen también algo en común. Durante cierto tiempo son reversibles, curables sin daño permanente ni incapacidad resultante. Después de cierto tiempo el nervio degenera y en función de su causa original la recuperación es difícil, remota o imposible.
Hay también lesiones en diferentes órganos, íntimamente relacionadas con ciertas formas de reumatismo que pueden ser fugaces o permanentes, reversibles o progresivas, de pronóstico leve o de importancia vital, debidas a la enfermedad o a sus complicaciones, extensas o limitadas. Basta mencionar la frecuente afectación pulmonar, cardiaca, vascular, sanguínea, digestiva, renal, endocrina, nerviosa o incluso ocular de muchas enfermedades reumáticas, que pueden producir síntomas importantes que llaman la atención, o apenas producir molestias insignificantes que pueden ser identificadas por el médico.
Si el enfermo decide ponerse en manos de un médico competente desde el principio, habrá hecho lo mejor que puede hacer para evitar que esto le suceda. Entonces sea cual sea la enfermedad que padezca las lesiones que haya podido producir serán mínimas si es que existen y las posibilidades de lograr una remisión serán máximas unas veces, mientras en otras se podrá curar con más facilidad. En todo caso tratar estas enfermedades antes de que produzcan daño articular permanente es una garantía de éxito cuando se hace bien.
Una vez logrado el diagnóstico y planteado el tratamiento, todo o mucho depende del enfermo, porque es él quien debe seguir las instrucciones que el médico le ha recomendado. Si tiene alguna duda pregúnteselo aunque sea por teléfono. Si comprueba alguna molestia nueva dígaselo o hágaselo saber. Si alguien siembra alguna duda discrepando del médico, abrevie la conversación y procure evitarlo y dígaselo a su médico. Si tiene alguna intolerancia, comunique con su médico. Pero no permita que nada ni nadie se interfiera en el tratamiento, lo mismo si es lego que docto, porque lo único que necesita entonces es moral y así la perderá.
Cuando uno se enfrenta con problemas y la pérdida de la salud no es uno de los más pequeños, se pone a prueba la capacidad de respuesta del enfermo. Elegir el asesor más adecuado es el primer paso, pero seguir sus instrucciones a lo largo del tratamiento constituye toda una andadura que no debe interrumpir el primer ignorante, entrometido e irresponsable que se cruce en su camino. Si las cosas no van bien consulte con otro médico más especializado, con más experiencia y más reputación.
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