El uso de sal yodada es una buena manera de prevenir la posible carencia de yodo en la dieta

El organismo humano adulto contiene entre 20 y 25 mg de yodo, concentrado en su mayor parte en la tiroides, pues este microelemento es indispensable para la elaboración de las hormonas tiroideas: tiroxina y triodotironina.

Garantizar el buen funcionamiento de la glándula tiroides es una responsabilidad de una enorme importancia, pues esta glándula determina la velocidad de los procesos metabólicos de todos los órganos, de modo que el yodo interviene en el crecimiento mental y físico y en el funcionamiento de los tejidos nerviosos y musculares. Fortalece el cabello, las uñas, la piel y los dientes.

El yodo aumenta las facultades mentales, pero su déficit las pone en peligro, pues es la causa de retardo del crecimiento y de alteraciones permanentes del sistema nervioso central, sordomudez, cretinismo y disminución del cociente intelectual.

Si la carencia es leve puede traducirse en fatiga generalizada, estreñimiento y ventosidades inexplicables.

El yodo es el gran tesoro del mar y está presente en los pescados y en los mariscos, en las algas y en los vegetales cultivados en tierras que sean ricas en yodo. Los alimentos más ricos en yodo son: todo tipo de mariscos, salmonete, salmón, bacalao salado, conservas de atún o bonito y mejillones en conserva.

Pero el yodo se destruye por la cocción, por eso para garantizar un aporte suficiente de este importante mineral, lo más seguro es emplear sal yodada en la cocina.




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