Entender a los adolescentes: consejos para padres

La formación de parejas en la adolescencia

En esta etapa es fundamental aprender a compartir con el otro género, el conocer cómo funcionan hombres y mujeres en forma distinta. El poder asociar el amor al buen trato, al respeto, al cariño, a la solidaridad y no al dolor, como lo tenemos asociado la mujer latinoamericana; es decir, que mientras más sufro por ti, más te pruebo que te amo. Y cómo se incorpora esta nueva formación de pareja a la familia, a los hermanos, al sentarse en la mesa con el novio, con la novia. De cómo van apareciendo los primeros indicios de erotismo, de sensualidad, las primeras tocaciones sexuales para poder explorar cómo funciona nuestro cuerpo y empezar a conocer estas nuevas sensaciones desconocidas hasta este momento.

Yo siempre les digo a los adolescentes que se visualicen a sí mismos como una rosa y que a cada persona con la que estén le entreguen un pétalo. Les digo que ojalá que cuando llegue la persona definitiva en la vida, tengan algo que dar, y no hayan entregado todos los pétalos y conserven solamente un tallo vacío para poderle ofrecerle al otro. Eso tiene que ver con el cuidado, con este regalo de la virginidad; tiene que ver con el regalo del pudor, con el autocuidado en la mujer y también en el hombre.

Ése es el gran desafío entre los quince y los dieciocho. Poder formar parejas estables, pero ojalá sin vida sexual; tener una orientación espiritual que permita trascender todo lo que hagan, incluso esta misma búsqueda de los sueños. Poder de una u otra manera terminar la moratoria o período intermedio de valores establecidos (como decía anteriormente por Erickson) para consolidar valores sólidos que retomen los que me enseñaron mis padres o los cambie si es que éstos fueron inadecuados y pueda yo definir mi propia pauta valórica con una moral autónoma, basada en las intenciones y no en las consecuencias de los actos.

La búsqueda profesional

Otro desafío importante, por supuesto en esta edad, es el desarrollo de los sueños y de la carrera, la búsqueda profesional que me va a permitir reorientarme como adulto el resto de mi vida. Y también la conexión de mi mundo hacia afuera; el poder tener una actividad social que me permita salir de mí mismo, que me deje entender el valor de los otros. Todo eso que yo decía que un niño entre los trece y los quince tiene que aprender de las diversidades sociales, sexuales y grupales, ya entre los quince y los dieciocho años tiene que estar internamente consolidado en los valores de la tolerancia, del respeto, de la capacidad de escuchar otras realidades para poder afianzar en esta edad a un mini ser humano completo, con muchas habilidades, que sepa manejarse dentro de la vida.

Equilibrio entre derechos y deberes

Siempre señalo que un adolescente antes de los dieciocho ya debiera saber cocinar por lo menos cinco platos bien hechos, realizar el aseo perfecto de su casa, tener su clóset ordenado, cuidar las cosas que le pertenecen y no perderlas, saber dónde se pagan las cuentas, cómo se hace un cheque, qué operaciones bancarias hay realizar, cómo se maneja un auto, inscribirse en los registros electorales cuando ya cumpla 18, sacar licencia de conducir, etc.

Es decir, entender que uno tiene derechos en la vida, pero también, y por sobre todas las cosas, tenemos deberes, y que al cumplirlos no nos produzca una sensación de lata gigantesca, sino que al revés, una sensación de íntimo placer de estar haciendo lo correcto.Al llegar a los dieciocho años, ya debieran estar consolidadas todas esas responsabilidades cívicas, vocacionales y de pareja, independiente de que pueda explorar distintas parejas para conocerme a mí mismo y conocer mejor al otro género.

Debiera también tener tolerancia, aceptación frente a la diversidad en todo orden de cosas, ya sea por discapacidad, por raza, color, nivel socioeconómico, condición sexual, etc. Sólo así voy a tener a este mini ser humano formado con un temple firme frente a las frustraciones, entendiendo y experimentando muchas de ellas y habiendo rescatado todos los aprendizajes que de alguna u otra forma las experiencias de dolor siempre nos traen.

Aquí terminamos la etapa de mini formación. Yo diría que hasta acá los papás podemos hacer muchas cosas por formar, por modelar, por cambiar, por orientar, por criticar. Después, de aquí en adelante, vamos a empezar a recibir los frutos de cuán bien o mal lo hicimos con nuestros hijos




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