Evitar un consumo abusivo de agua, pues puede llegar a ser muy perjudicial

Uno de los mitos más extendidos es que, cuanta más agua se beba al día, mejor. Como en todo, también aquí hay que evitar el exceso, pues una ingesta abusiva podría llevarnos a reducir los niveles de magnesio, y además el exceso de micción que la acompaña puede provocar la eliminación de minerales esenciales, como el potasio, a través de la orina.

También el positivo papel del agua en la digestión puede cambiar de signo si el consumo es abusivo y se concentra durante las comidas. Sabemos que un suministro deficiente de agua a las células y los tejidos perjudica el aprovechamiento de los alimentos, así como que la ingesta de fibras alimentarias debe ir siempre acompañada de agua para conseguir el objetivo que perseguimos, tanto el de hacer más lenta la absorción de nutrientes, en casos de obesidad o diabetes, como muy especialmente el de favorecer el tránsito intestinal, pues la fibra podría incluso provocar estreñimiento si no se acompaña de agua suficiente.

Dicho esto, hay que advertir que si consumimos agua en grandes cantidades —más de dos vasos— durante o después de las comidas, puede disminuir el grado de acidez en el estómago, al diluir los jugos gástricos, y hacer que los enzimas pierdan eficacia y que la digestión sea más lenta.

Elevando el pH del estómago dificultamos su misión, porque el ambiente ácido es necesario para dificultar la supervivencia de bacterias y para facilitar la descomposición de los alimentos ingeridos en pequeñas partes más fáciles de asimilar. Y si el agua que tomamos está fría, la temperatura del estómago disminuye, con lo que la digestión todavía se ralentiza más.




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