Ingerir las calorías justas para tener la energía necesaria sin acumular reservas de grasa

Necesitamos calorías para vivir, para tener energía, para rendir en condiciones. Podríamos comparar las calorías con el combustible de los automóviles. Igual que éstos, nuestros cuerpos requieren de combustible para poder funcionar. Pero con una diferencia notable: el depósito de los vehículos tiene un límite a partir del cual el combustible sobrante se derrama, mientras que el cuerpo humano puede almacenar calorías como tejido adiposo sin límite, y todo lo que se transforma en grasa excesiva es un enemigo de nuestra salud.
Sin embargo, la solución no es restringir el consumo de determinados alimentos calóricos. El alimento más ligero puede acabar siendo almacenado en determinadas circunstancias y en otras el más calórico puede cumplir su función óptima de suministrar energía: todo dependerá de nuestro gasto calórico.
La regla de oro es adecuar la dieta a nuestras condiciones vitalés y estilo de vida e ingerir las calorías necesarias, ni más ni menos. A partir de los cuarenta, por ejemplo, los requisitos energéticos del organismo disminuyen, por lo que tendremos que saber disminuir la ingesta de alimentos en la misma medida.
Para un reparto calórico óptimo, las proteínas deben cubrir entre un 10 y un 15% de la aportación calórica total; los lípidos, entre un 30 y un 35%, y los glúcidos, entre un 50 y un 55%. Para unas necesidades energéticas de dos mil calorías, las proteínas deberían representar 300 calorías, es decir, unos 75 gramos; los lípidos 700 calorías, es decir, unos 75 gramos, y los glúcidos 1.000 calorías, es decir, unos 250 gramos, o lo que es lo mismo, un 50 por ciento de las necesidades de energía.
Califica este Artículo:
Deja una respuesta