La dieta del enfermo reumático

Aunque son varias las dietas especiales que se recomiendan por la sabiduría popular para el tratamiento del reumatismo, no existe tal cosa. Ni los médicos, ni los especialistas en nutrición, ni los especialistas reumatólogos han podido descubrir que cualquier modificación, añadido o supresión de cualquier cosa que forma parte de la dieta normal pueda ser beneficiosa para cualquier clase de reumatismo, aunque tantas y tantas cosas se dicen, se recomiendan, se escriben y se alaban por unos y por otros cuando nunca han tratado de comprobarlo, ni saben decir por qué cualquiera de esas dietas puede modificar el curso de cualquier enfermedad reumática.
Es cierto que algunos enfermos tienen que hacer algunos cambios en sus hábitos nutritivos para mejorar su estado general o para moderar alguna otra alteración metabólica que ellos padecen. Por ejemplo, si además del reumatismo padecen diabetes, necesitarán un régimen antidiabético bien calculado, eliminando dulces, limitando féculas (pan, arroz, patata, etc.) y prescindiendo de la grasa contenida en la carne.
Si tiene colesterol o arteriosclerosis, la grasa animal debe ser eliminada aunque no la grasa vegetal y las féculas reducidas. Un enfermo de hipertensión debe limitar el consumo de sal. Y tanto los que pesen demasiado como los que son muy delgados, deben recuperar el peso normal.
Pero no hay ninguna clase de dieta que sea capaz de modificar favorablemente el curso de ninguna clase de reumatismo. Cuando se parte de este hecho, comprobado miles y miles de veces, el enfermo puede evitar también que su moral se deteriore al comprobar que su sacrificio o esfuerzo dietético se vea coronado por el fracaso. También puede ahorrarse los gastos que le puedan producir la adquisición de «alimentos antirreumáticos» o cualquier producto recomendado como «complemento» esencial para enfermos reumáticos, porque estos consejos son expresión de la ignorancia cuando no son fraudulentos.
Todo lo que necesita el enfermo reumático para su buena nutrición lo puede encontrar en tiendas y mercados corrientes. Los productos comerciales ofrecidos en nombre de la salud, la dietética, la naturaleza, la desintoxicación o depuración son ofertas interesadas que sólo benefician a los fabricantes de estos productos, a los que se encargan de su publicidad y a los que los venden por ganar más comisión. Hay, sin embargo, cierta evidencia en favor de que las comidas que están al servicio de una buena nutrición no son precisamente las que se consumen por enfermos y sanos de forma habitual o por el tipismo de determinadas regiones.
Es preciso, pues, hacer algunos reajustes en los hábitos alimenticios generales, que lo mismo convienen al sano que al enfermo, con objeto de conseguir una dieta equilibrada para que no sea perjudicial al cabo de los años. Para esto hay que recordar que así como algunas máquinas, como el automóvil, necesitan cantidades «convenientes» de los «alimentos» necesarios para su buen funcionamiento, que son esencialmente cuatro: gasolina, aceite, agua y aíre, la máquina humana también necesita cuatro clases de alimentos en una proporción razonable, que son: la leche, la carne, los vegetales y los cereales.
Estos alimentos aportan unos cuarenta elementos nutritivos que son absolutamente necesarios para el organismo, de forma que cuando faltan, el organismo no puede funcionar bien. Este es el motivo que induce a los especialistas en dietética y nutrición a recomendar dietas equilibradas y a seleccionar comidas que contengan los cuatro grupos de alimentos necesarios. Y esto no es muy difícil. Pero tal vez conviene recordar cómo se adquieren estos cuarenta elementos nutritivos, porque los alimentos que los tienen son muy conocidos por todo el mundo.
Los que estén delgados necesitarán tomar un poco más que los dotados de un peso normal y los que estén gruesos tendrán que reducir ciertos alimentos, como las féculas. Pero hay posibilidad de hacer una selección variable en función de los gustos y disponibilidades.
- El grupo de la leche. Cualquier producto lácteo contiene calcio y vitamina B, si no está descremada también vitamina A. Contiene proteínas de gran calidad. Pero fundamentalmente es el alimento portador del calcio. Se requieren dos vasos diarios como mínimo y durante el crecimiento más, unos 3-4 vasos. El queso y el yogur son equivalentes.
- El grupo de la carne. Su valor es debido a las proteínas que son muy necesarias para el crecimiento y para la reparación del organismo. Tiene hierro y vitamina B. Aquí también se incluyen las aves, pescados y huevos. Cada semana, al menos cuatro huevos. También hay proteínas en los frutos secos: nueces. almendras, avellanas. Se necesitan al menos dos raciones diarias de carne, pescado, aves o huevos.
- Grupo de vegetales y frutas. Se necesitan al menos cuatro raciones al día. Son importantes los que tienen vitamina C y vitamina A. Son ricos en vitamina C: naranjas, pomelos, fresas, coles; y en segundo término tomates, guisantes, patatas. boniato. Tienen vitamina A todas las verduras y frutas, tales como albaricoques, melocotones, nísperos, etc.
- El grupo del pan y cereales. Se necesitan al menos cuatro raciones. Tienen proteínas, hierro, vitamina B y alimento productor de calorías. Aquí se incluyen los cereales consumidos de forma integral.
- Alimentos complementarios. Además de los alimentos incluidos en los cuatro grupos esenciales que aportan los elementos nutritivos fundamentales que el organismo necesita, hay otros que se añaden para hacer la comida gustosa y agradable que se deben tomar con moderación, por ejemplo:
Grasas: incluye manteca y margarina, ricos en vitamina A, salsas para ensaladas, etcétera;
Azúcar y dulces: incluye el azúcar, la miel, jarabes, compotas, jaleas, gelatinas, caramelos, confituras, conservas de frutas. Tienen muchas calorías y si se comen en exceso engordan. El exceso de peso sobrecarga a los huesos, músculos y articulaciones, compromete la salud y disminuyen las facultades. No conviene limitar la capacidad vital. Las bebidas alcohólicas tienen también calorías.
Una dieta equilibrada es conveniente y necesaria para la alimentación habitual de enfermos y sanos.
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