Los jóvenes en el mundo adulto

Hoy está ocurriendo, entre otros, un fenómeno de género; la masculinización de la mujer y que ha ido produciendo que sean hombres los que llegan a mi consulta explicando que se quieren casar o que quieren formalizar una relación, y mujeres que solamente quieren sexo esporádico o relaciones alternativas, de muy corto plazo para poder mantener su sensación de autonomía. Dicen que no necesitan a los hombres, cosa que por supuesto no es cierto. Tenemos también hombres que se han acostumbrado a salir o a viajar con amigos. Estas personas pueden vivir solas, que es una de las alternativas posibles, o si no formar parte de alguno de los grupos de adultos jóvenes llamados la Generación Canguro o la Generación Boomerang.

La Generación Canguro

Es la que nunca ha salido de su casa, la que vive los privilegios de los casados y los beneficios de los solteros. La que tiene ropa lavada y comida caliente, porque además sus papás le dicen que para qué se va a ir si está cómoda en la casa. Tiene al novio o a la novia afuera, el sueldo en el banco y claramente no están pagando ningún costo por nada. A esa generación le cuesta mucho empezar a vivir. Posterga al máximo la maternidad, con el peligro de que nunca se pueda producir, por la baja de ovulación natural en la mujer a medida que la edad aumenta.

La Generación Boomerang

Es la que se va en algún momento de la casa, con mucha necesidad de autonomía y de independencia, pero que por algún fracaso, ya sea económico o emocional, vuelven al lado de sus padres y cuesta mucho volverlos a sacar, porque además se encuentran con papás más viejos y probablemente sienten que los tienen que cuidar y hacerse responsables de ellos. Eso dificulta que vuelvan a vivir sus vidas y ser independientes.

Yo creo que ésta es una generación en riesgo; es una generación que tiene muchos cambios laborales,porque si antes era un valor empezar en una empresa y jubilar en la misma, hoy eso es un signo de falta de adaptación a los cambios, de poca flexibilidad e incluso me atrevería a decir que los que se quedan en un solo lugar pueden ser evaluados como «escasos en habilidades de liderazgo». Hoy es muy bien visto la capacidad de cambiarse de trabajo, con razones que a veces francamente son irrisorias.
Recuerdo a un ingeniero que trabajaba en una minera y que renunció porque no le construyeron una cancha de tenis arriba en la cordillera, cerca del lugar donde trabajaba. Él tenía que bajar a la ciudad más cercana para poder jugar y sólo los sábados; a él entonces le provocaba estrés manejar durante una hora y media para llegar a este lugar a jugar tenis. Según él, no estaba educado para eso, porque tenía un MBA.

Ésa es una de las razones que dan muchos ejecutivos jóvenes para poder renunciar o cambiarse de trabajo, basados fundamentalmente en lo que he dicho a lo largo de todo el libro: que estamos en una sociedad que se preocupa más de sus derechos que de sus deberes.

Es impresionante escuchar a los psicólogos laborales. Me han contado que en realidad las personas que postulan a un trabajo llegan preguntando cuántos días de vacaciones van a tener, si hay algún bono a final de año, con qué beneficios cuentan dentro de la empresa, etc., y muy pocos preguntan: «¿En qué crees tú que yo pueda aportar a esta empresa?». El tema es cuánto gano y no cuánto doy para que todo lo que me circunda alrededor crezca; en eso también incluyo al mundo emocional. Todo está focalizado, por ejemplo, en cuánto me hace feliz mi pareja y no en qué estoy haciendo yo para que esta pareja pueda ser feliz conmigo.

Ésta es una edad donde nos invitan a la adultez, al compromiso, a poder de verdad formar familia, a no postergar los hijos, porque a los treinta o cuarenta años ya uno debiera estar en una etapa de madurez y de crecimiento distinta; debiéramos estar viendo crecer a nuestros hijos y no sentir que ellos después, como me dicen muchos, consideran que tienen abuelos en vez de padres. Además, la brecha generacional se hace cada vez más grande, porque tecnológicamente, en términos de madurez y de experiencias de vida, padres e hijos se ven o se sienten demasiado distantes.




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