Problemas prácticos de los tratamientos ortodoxos contra la hipertensión

Con independencia de que usted experimente o no efectos adversos, es esencial que se acuerde de tomar el fármaco con regularidad. Esto puede ser un problema si viaja con frecuencia, si lleva una vida muy ajetreada o si simplemente tiene poca memoria. También puede resultarle difícil abrir los frascos si padece artritis en las manos. Los fabricantes, en sus intentos de que sus envases sean a prueba de niños, parecen olvidar que los adultos que han de abrirlos pueden carecer de la suficiente fuerza y destreza. Incluso aquellos envases en los que el comprimido o cápsula se extrae a través de una lámina de metal recubierta por una envoltura protectora transparente necesita cierta agilidad de los dedos.

Si es usted una persona de edad avanzada, a menudo le resultará difícil acordarse de tomar los comprimidos que le han recetado. Puede tener ante usted una variedad de comprimidos de todos los tamaños, colores y formas y darse cuenta de que no es capaz de leer los nombres impresos y las instrucciones del prospecto que acompaña los fármacos. Tratar de recordar lo que el médico le indicó para cada uno de los medicamentos mientras lucha sin éxito por abrir un frasco que se le resiste puede generar una gran ansiedad en cualquier persona.

Algunas personas de edad avanzada que viven solas se hacen una lista y ponen el despertador para recordar que es el momento de tomarse la pastilla. Si no se puede recordar lo que el médico ha dicho con respecto a la finalidad terapéutica de cada comprimido y cápsula, resulta tentador olvidarse de ellos y dejarlos en un cajón.

Una idea mucho mejor es pedir a su médico que le explique cuantas veces sea necesario todo lo relacionado con el tratamiento que le receta, y la razón de que le recete este medicamento. Si su vista es razonablemente buena, puede rogarle que le anote las instrucciones con una letra clara en el mismo envase.

El siguiente ejemplo sirve para ilustrar el efecto placebo que algunos fármacos pueden tener, al tener el paciente una idea equivocada de para qué han sido recetados. En una ocasión receté un medicamento a un hombre de 80 años. Cuando terminó el tratamiento de tres semanas, el paciente regresó a mi consulta para darme las gracias porque sus dolores de estómago, falta de apetito, ardor de estómago e hipo que le habían molestado durante años habían desaparecido por completo. Intrigada, consulté la historia de este paciente y comprobé que, cuando había acudido previamente a mi consulta, se había quejado de dolor e inflamación de las rodillas porque padecía artritis y, en realidad, le había recetado un fármaco antiinflamatorio no esteroideo, el piroxicam (Feldene), que está indicado para la artritis y los dolores articulares.

Frecuentemente, los suplementos de potasio pueden confundir a los pacientes. Los suplementos de potasio se recetan junto con los diuréticos para reemplazar la pérdida del potasio producida por los diuréticos. Si una persona no puede relacionar los medicamentos con ninguno de sus síntomas, no sabe por qué los toma.

Algunos diuréticos no producen pérdidas de potasio, por lo que se denominan diuréticos ahorradores de potasio; este tipo de diuréticos evitan la necesidad de que el paciente tome suplementos de potasio, que pueden provocar irritación intestinal y náuseas.

Si padece problemas de la vejiga urinaria, llegar a tiempo al baño puede convertirse en una pesadilla cuando su médico le prescribe diuréticos. Cuando ha ido de compras y necesita visitar con urgencia el baño, la tierra parece haberse tragado todos los Baños públicos. Si es usted una persona de edad avanzada o con una discapacidad, puede serle igual de difícil. Sortear apresuradamente los muebles y recorrer quizás interminables pasillos, con miedo a caerse por sus dificultades para andar, puede producir como consecuencia una emisión de orina antes de alcanzar el baño. La incontinencia es extraordinariamente penosa y constituye uno de los principales problemas del tratamiento con diuréticos para cualquier persona con una limitación de la movilidad.

Entre las dificultades prácticas que deberá afrontar a causa de los efectos adversos de los antihipertensivos hay que destacar la letargia y la somnolencia. Esto puede afectar su trabajo, sobre todo si es una actividad sedentaria y trabaja en una atmósfera cálida y cerrada, o puede provocarle somnolencia durante el día y alterar así su patrón de sueño por la noche.

Las náuseas, dolor de estómago y diarrea pueden hacer que se sienta débil y que pierda el apetito; por otra parte, la somnolencia constituye un riesgo, especialmente si conduce, maneja maquinaria peligrosa o es una persona de edad avanzada, está discapacitado o vive solo. También pueden empeorar las cosas los dolores de cabeza, la congestión nasal, las manos y pies fríos, la mala calidad del sueño y la sequedad ocular.

Los consejos mencionados a continuación contribuirán a aliviar tanto los efectos adversos como los problemas prácticos de los fármacos antihipertensivos. Recuerde que su salud general y su forma física mejorarán si combina estos remedios con la medicación que le ha recetado su médico. En realidad, incluso podrá observar que su presión arterial disminuye satisfactoriamente sin tener la necesidad de tomar ningún fármaco.




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