Rehabilitación del enfermo reumático

La rehabilitación del enfermo reumático trata de conseguir la recuperación de las facultades físicas perdidas a causa de una enfermedad reumática con objeto de que el enfermo sea útil a sí mismo y capaz de cubrir sus necesidades personales sin ayuda ajena. Después, puede hacer algo más colaborando en tareas menores de su entorno vital, como la casa, y, por último, que adquiera la destreza necesaria para conseguir algún tipo de función laboral, profesional, artística o intelectual.
Las articulaciones inflamadas tienen las superficies rugosas, los ligamentos débiles, los músculos flojos y los huesos descalcificados, por lo que son muy susceptibles, no soportan excesos y son muy frágiles. Cualquier exceso en el ejercicio físico, en el soporte de peso o en el mismo reposo, puede producir más daño. Los traumas, aunque sean pequeños, aumentan la inflamación en casos de artritis, pronunciándose también el dolor durante días o semanas.
Las técnicas de rehabilitación, especialmente con referencia a la movilización activa fuera de la cama, deben ser especialmente controladas para evitar caídas y traumas.
Después del reposo prolongado en cama, los enfermos de poliartritis tienen dificultades para levantarse, acostarse e incluso incorporarse de una silla o sentarse, especialmente si las articulaciones de los miembros inferiores están afectadas, porque, entonces, se dejan caer al sentarse y, con ello, sufren las articulaciones de rodillas y caderas. Lo mismo sucede sí contrae excesivamente los músculos cuando se sienta, por este motivo debe ser ayudado cada vez que lo intente hasta que consiga armonizar la contracción de los músculos que trabajan con la relajación progresiva de los músculos oponentes. Si la artritis es de un solo lado, debe aprender a sentarse y levantarse con la pierna buena.
La debilidad muscular y la pérdida de la armonía muscular que siguen al reposo prolongado producen temor y desconfianza en el enfermo cuando empieza a practicar los movimientos que requiere su rehabilitación. Por tanto, es necesario utilizar los medios necesarios para devolverle la fuerza, coordinación y confianza necesarios para que vuelva a aprender a andar con el ritmo, la soltura y el aplomo necesarios para que desaparezcan sus temores y pueda hacerlo por sí mismo cuando se encuentre solo y sin nadie junto a él que pueda ayudarle.
El tiempo que permanece de pie o andando ha de ser progresivo, de acuerdo con su capacidad de adaptación y recuperación. No hay que tener demasiada prisa; sin embargo, cuando el enfermo presente todavía signos evidentes de inflamación articular, mala alineación de las rodillas (que permanecen en ligera flexión cuando el enfermo está de pie) o bien en caso de atrofia o debilidad muscular. Hay una regla sencilla que indica el momento conveniente para descansar, que es la sensación de fatiga que experimenta el enfermo. Los excesos producen dolores más duraderos en los días o semanas siguientes.
La selección del calzado adecuado es muy importante para facilitar el proceso de rehabilitación. La utilización de las clásicas zapatillas caseras no es aconsejable.
La inflamación articular y la atrofia muscular producen una debilidad del pie que facilita el hundimiento de los arcos que forman la planta del mismo. El arco anterior transverso se hunde, el juanete aparece y los dedos se encogen cuando el arco es una línea recta que se apoya en el suelo, con la aparición del callo central del arco hundido. El arco longitudinal o bóveda plantar que se extiende desde el talón al dedo gordo también se hunde y forma el pie insuficiente o plano o incluso valgo.
Los zapatos femeninos de punta estrecha y tacón alto tampoco son aconsejables, por ser francamente perjudiciales. Estos zapatos desplazan el peso del cuerpo, que soportan los pies, hacia adelante, produciendo su sobrecarga que contribuye a su deterioro. La punta estrecha desvía el dedo gordo hacia afuera y facilita la producción del juanete. Los zapatos ideales deben tener la punta redonda, medio tacón y cordones. Y deben ser uno o dos números más holgados que los habituales, para permitir el alojamiento de las plantillas correctoras que se requieran y el ensanchamiento del pie a lo largo del día.
Las muletas, bastones y andadores constituyen ayudas temporales muy valiosas en la rehabilitación que los enfermos tratan de utilizar al mínimo o de evitar en el medio extrahospitalario. El andador es necesario en muchos casos para iniciar al enfermo en la deambulación o incluso para estar de pie y no es raro que necesite, además, la ayuda humana. Las muletas deben ser lo suficientemente altas para permitir que el enfermo permanezca de pie con sólo una ligera inclinación del tronco. La mano debe alcanzar la agarradera de forma que los codos permanezcan en ligera flexión; así se puede soportar el peso del cuerpo con la fuerza del brazo, sin que la parte superior de las muletas hagan presión sobre las axilas.
A veces, hay necesidad de poner alguna venda en la agarradera, para aumentar su volumen y permitir que el enfermo la coja con más facilidad. Cuando el peso del cuerpo descansa sobre la axila, la presión comprime los nervios de los brazos y entonces aparecen molestias en las manos con dolores e incluso pérdida de fuerza. También constituye un inconveniente para su uso la presencia de artritis en los codos o muñecas, porque entonces el brazo no puede hacer la fuerza necesaria y aunque pueda no debe. para no deteriorar rápidamente estas articulaciones. Los enfermos andan mejor moviendo las muletas al mismo tiempo. El temor a caer hacia atrás requiere que alguien vaya detrás tocándoles.
La silla apropiada para el enfermo reumático debe ser alta, para que pueda sentarse sin traumas e incorporarse con facilidad. Debe ser cómoda, sin necesidad de almohadas suplementarias, que alteran la alineación adecuada de la espalda y producen pronto fatiga. Debe estar discretamente acolchada, para que no moleste al enfermo, sin estar blanda. El asiento debe ser estrecho, para evitar desplazamientos, que desvían el raquis y lo necesariamente largo o profundo para no crear problemas en las rodillas. El respaldo, arqueado en la región lumbar, para darle apoyo discreto y alto para que el enfermo pueda descansar la cabeza. Si es reclinable es de gran utilidad a los que sufren de la espalda.
La fisioterapia es muy conveniente para el tratamiento del enfermo reumático y aquí se incluyen la aplicación de calor, la práctica de masajes y los ejercicios activos. Cada uno de estos recursos debe ser proyectado estrictamente de manera personal y de acuerdo con las necesidades del enfermo. Su desarrollo tendrá en cuenta la evolución de la enfermedad, la tolerancia del enfermo y su respuesta terapéutica. La aplicación de calor debe ser cautelosa para evitar excesos y quemaduras.
La práctica de masajes suele reservarse para los reumatismos musculares, debiéndose evitar practicarlo sobre articulaciones o partes inflamadas. Los ejercicios activos son muy importantes, pero deben planearse con respecto al tipo de rehabilitación que se desea lograr.
Las deformidades producidas por la inflamación articular son mínimas si el enfermo se beneficia de las recomendaciones descritas en la prevención de las mismas, lo que incluye especialmente dejarlas descansar en la postura que propicia la mejor capacidad funcional. Incluso en los casos agudos, los ejercicios musculares sin movimiento o ejercicios isotónicos, practicados con la constancia debida, pueden evitar o disminuir su atrofia e impedir o aminorar la deformidad ulterior. En todo enfermo incapacitado la práctica de los ejercicios debe formar parte de la rutina diaria en su tratamiento y recuperación.
La práctica de los ejercicios musculares, o la gimnasia, como suele decir el enfermo, debe ser proyectada y explicada al enfermo con las razones oportunas que justifican la recomendación, porque es la medida más importante en la prevención de las deformidades y también en la corrección de las mismas. Tienen por objeto desarrollar la fuerza muscular de los músculos débiles o atrofiados para que puedan sujetar debidamente las articulaciones en su postura correcta y puedan mantener una buena actitud funcional cuando se muevan, Sólo con músculos fuertes se puede mantener una articulación en condiciones funcionales correctas, especialmente cuando los miembros se mueven teniendo que vencer resistencia.
Los ejercicios musculares tienen posibilidades de rehabilitación enormes, pero limitadas. Cuando la inflamación articular es antigua o crónica y el enfermo no ha recibido la atención debida a su justo tiempo, la profundidad o extensión de las lesiones superan a la capacidad de rehabilitación por fisioterapia común. La utilización de férulas, soportes, yesos, etc., está entonces indicada así como otros procedimientos más sofisticados.
La cirugía puede, en todo caso, resolver el problema funcional de articulaciones con lesiones extensas y ser capaz de conseguir lo imposible cuando se utilizan los medios convencionales. La consulta con el cirujano ortopeda será sugerida por el médico para conocer su opinión.
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Un comentario en Rehabilitación del enfermo reumático
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Excelente articulo , me encanto…..Gracias.