Síndrome de intestino irritable

Es una afectación intestinal frecuente, aunque no siempre se emplea el término correctamente. Suele ser más habitual en mujeres que en hombres. Existe la creencia de que el estrés es la causa de este proceso patológico. Aunque se ha demostrado que en los enfermos con síndrome del intestino irritable el estrés lo reagudiza no se ha demostrado que sea el agente etiológico. Es habitual que muchas personas se «autodiagnostiquen» con esta enfermedad porque sufren molestias abdominales como distensión, malestar tras las comidas, pesadez de estómago, acidez, etc. Muchos procesos abdominales presentan síntomas similares pero no son un síndrome del intestino irritable:

  • Trastornos ginecológicos como la endometriosis.
  • Trastornos psiquiátricos como la depresión o la somatización.
  • Enfermedad inflamatoria intestinal.
  • Infecciones parasitarias.
  • Mala absorción intestinal

Por este motivo existen unos criterios que definen el síndrome de intestino irritable. Son:

  • Dolor o molestia abdominal que disminuye con la defecación.
  • Modificaciones en la frecuencia y en la consistencia de las heces.
  • Sensación de evacuación incompleta.
  • Moco en las heces.

Gran parte de los pacientes con síndrome del intestino irritable presentan otras alteraciones en otras regiones anatómicas como: dolor torácico (no cardíaco), dificultad al tragar, fatiga, molestias del sistema urinario y ginecológicas.

El síndrome del intestino irritable no amenaza la vida del paciente pero sí deteriora su calidad de vida. En muchas ocasiones produce frustración en el enfermo y en el médico, ya que este último no puede aportar las soluciones que desearía.

 ¿Por qué se produce el síndrome del intestino irritable? Factores de riesgo

No se ha podido encontrar una causa concreta que lo produzca por lo que se define como «enfermedad funcional». Esto quiere decir que no hay alteraciones en la estructura anatómica del intestino que justifiquen la enfermedad. Se piensa que son alteraciones a nivel de la sensibilidad y de la motilidad del intestino (la motilidad es el movimiento que presenta el intestino). Probablemente se trate de una alteración en la percepción del dolor por parte del paciente.

 ¿Cuál es su diagnóstico?

Lo más importante para llegar a diagnosticar un síndrome de intestino irritable, es excluir otras causas. Por este motivo es fundamental realizar una historia clínica detallada y una exploración física exhaustiva. Las pruebas que irá solicitando el médico serán para descartar otros procesos y dependerá de los síntomas que presente cada uno de los pacientes, de la intensidad de los mismos, de la edad, etc. Por tanto, se dice que el diagnóstico del síndrome de intestino irritable es de exclusión. Cuando se desechan otras causas se puede considerar que el paciente presenta dicha enfermedad.

 ¿Cuál es su tratamiento?

En todas las enfermedades es necesario que exista una buena relación médico-paciente, pero en el síndrome del intestino irritable es especialmente importante porque se trata de una enfermedad con molestias crónicas y que el médico no va a poder remediar en su totalidad. Es necesario que el enfermo conozca su enfermedad y que tome junto con el médico las decisiones para el tratamiento.

Es fundamental que el enfermo sepa:

  • Que es una enfermedad completamente benigna y que no presenta a largo plazo ninguna complicación grave.
  • Que no tiene cura, pero que pueden mejorar los sínto-mas de forma significativa.
  • Que pueden producirse aumento de los síntomas con el estrés.

Las recomendaciones que pueden realizarse a los pacientes con síndrome de intestino irritable son:

  • Evitar los alimentos que producen gas, como, por ejemplo, las legumbres.
  • Evitar la cafeína.
  • Evitar los productos lácteos.
  • Evitar los fármacos o los alimentos que contienen mucho sorbitol o fructosa.
  • Se recomienda consumir fibra; esto es más beneficioso cuando el paciente presenta estreñimiento.

Algunos pacientes mejoran considerablemente con estas sencillas recomendaciones, otros no y suelen requerir la administración de fármacos que ayuden a mejorar los síntomas. Se emplean antidepresivos, espasmolíticos, etc. Siempre deben ser prescritos por un médico y nunca debe el paciente automedicarse.




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