Una mirada a los problemas del enfermo reumático

El enfermo reumático tiene un problema importante de salud que le inducirá a comportarse segun sus circunstancias personales, forma de ser, sentido común, nivel cultural o estado social. Pero lo cierto es que si no encuentra a un médico competente que sepa, pueda y quiera cuidar de él, y el enfermo no le presta toda su colaboración para poder obtener los mejores resultados de esta compenetración, sólo el curso natural de la enfermedad decidirá su futuro, si el enfermo no hace lo que debe hacer o hace lo que no debe hacer.
En la mayoría de los enfermos la historia se repite. Cuando empezaron las primeras molestias y antes de pensar si podría ser el comienzo de una enfermedad, buscaron y encontraron fácilmente a un «culpable» de su presentación: exceso de trabajo, algún esguince, mucho nerviosismo, los disgustos, demasiado tabaco, mala circulación, etc.
Luego se decidieron a tomar unas pastillas o supositorios buenos para el dolor y como no se pusieron bien empezaron a seguir las recomendaciones de los «enterados».
Cambios de medicinas, algunas dietas, nuevos hábitos y por fin al médico, a quien le contaron sus sufrimientos a su manera. Comúnmente, el enfermo refiere lo que le han dicho, lo que le han dado, lo que ha tomado y lo que le han propuesto, pero se detiene poco en lo más importante que es referir dónde le duele, cuándo le duele, cómo le duele y en qué circunstancias se encuentra mejor o peor.
También hay enfermos que por entonces ya han ido a un balneario, han visitado a un curandero, han experimentado la acupuntura o les han aplicado el rayo láser, o incluso ya han ido a un médico o especialista que tampoco les curó. Lo extraordinario es que el tiempo pasa, el reumatismo empeora, los médicos se suceden, las medicinas cambian, los enfermos se hartan y si se les pregunta si saben la enfermedad que padecen se descubre que todavía no han sido diagnosticados, al menos correctamente.
Con la esperanza perdida y el temor a una invalidez, se puede llegar al torbellino de las recomendaciones espontáneas de amigos y vecinos, llegando a empeorar de su estado general, de los dolores y a experimentar cambios en su personalidad, desarrollando unas veces gran decepción, escepticismo y negativismo, otras veces una gran ansiedad, dispuestos ya a hacer lo que sea, cueste lo que cueste, o bien una verdadera hostilidad que desgraciadamente se proyecta en sus familiares, amigos y sobre el mismo médico.
Con el avance de la enfermedad vieron cómo se reducía su capacidad de trabajo, sus ingresos habituales, su vida profesional y social. Como los gastos producidos por la enfermedad aumentaban, el nivel de vida familiar disminuía y alguna vez los hijos tuvieron que interrumpir sus estudios por el imperativo de tener que trabajar para nivelar el presupuesto familiar.
El conflicto, según han estudiado los sociólogos, se inicia en el individuo, repercute inmediatamente en la familia y trasciende pronto a la vida profesional y social y, aparte de ser una carga para la familia y la sociedad, el problema tiene repercusiones más trascendentes. La familia entera disminuye el consumo de artículos que producen y venden otros trabajadores, lo que contribuye a bajar su nivel de vida.
También han dejado los enfermos de aportar su propia productividad, contribuyendo a reducir la riqueza nacional.
Y, además, han dejado de aportar a la vida nacional las facultades, habilidades y experiencias acumuladas a lo largo de su vida. Ser un buen profesional requiere preparación, esfuerzo, trabajo. El enfermo de reumatismo resta su aportación a la pujanza nacional al privarle de su colaboración. Reemplazarlo requiere años de formación, nuevas inversiones y demoras en rendimiento.
Esta reacción en cadena se inicia con la asistencia deficiente del enfermo reumático que va acumulando sufrimientos, gastos, incapacidad, invalidez, etc., que pudieron ser en gran parte evitadas. Pero el enfermo carecía de información, o no encontró la atención necesaria, o sufrió además la agresión de medidas inoportunas. Y aunque la invalidez es comúnmente evitable, produce alteraciones progresivas, irreparables, acumulativas hasta que llegan a ser irremediables.
Las enfermedades reumáticas provocan el 40% de las incapacidades laborales permanentes en los individuos de edades comprendidas entre los cincuenta-sesenta y cinco años. La atención defiente es la causa más habitual de invalidez en estos enfermos.
Con un diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado de las enfermedades reumáticas, se podrían evitar las incapacidades permanentes en el 80% de los casos y disminuirían en proporción similar los casos de invalidez transitoria.
La mayoría de los enfermos reumáticos acuden a la consulta del médico general, que confiesa:
- No conocer bien las enfermedades reumáticas.
- No tener tiempo para atender a estos enfermos.
- No utilizar los exámenes precisos para poder diagnosticar.
- No poder referir estos enfermos el reumatólogo.
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